12 Nov Dos décadas de Caliterra
Viña Caliterra, que naciera en 1996 gracias a un joint-venture entre las familias del viñatero norteamericano Robert Mondavi y el chileno Eduardo Chadwick, está próxima a cumplir su mayoría de edad. Una madurez que se refleja no solo en la edad de sus parras, sino en una forma distinta de mirar el potencial que entrega su campo en Colchagua y que el enólogo Rodrigo Zamorano ya está reflejando en vinos sabrosos y con mucho carácter.
Rodrigo Zamorano, Enólogo Jefe de Viña Caliterra
Los viñedos de Caliterra se emplazan en uno de esos subvalles de Colchagua que se encajonan entre los vericuetos de algunos cerros que, a decir verdad, nunca he sabido bien si pertenecen a la cordillera de la Costa o a la de los Andes. ¡O tal vez a ambas! Ubicada a unos 60 kilómetros del Océano Pacífico, la viña forma parte de uno de los paisajes más hermosos de nuestra tradicional zona huasa, y este año, por las abundantes lluvias, los bosques que la circundan se veían especialmente llenos de vitalidad.
Tal vez por haber sido algo así como una viña hermana de Seña, el proyecto biodinámico emblemático de Mondavi y Chadwick, Caliterra se comprometió desde sus inicios con una viticultura orgánica, así como con prácticas sustentables que la hacen amigable con el medio ambiente. Llaman especialmente la atención los corredores biológicos bien cuidados y las áreas para que tanto las aves como los insectos se sientan en casa y ayuden en el control natural de algunas plagas.
“B», por mezclca bordelesa: cabernet sauvignon, cabernet franc y petit verdot
Bien reconocida por sus vinos Reserva (categoría compuesta por cuatro tintos, dos blancos y un muy buen rosado), por su línea Tributo (cuatro tintos y dos blanco) y por su ícono Cénit, Caliterra está ahora buscando darle un giro al concepto con el que fue creada. Donde más me parece que se nota este nuevo foco es en los Edición Limitada, una línea compuesta por tres tintos muy atractivos, de identidades completamente diferentes entre sí. Ellos son A (por “Andina”, mezcla de malbec y carmenère), B (por “Bordelesa”, compuesta por cabernet sauvignon, cabernet franc y petit verdot), y M (por “Mediterránea”, un ensamblaje de syrah, garnacha, carignan y roussanne).
Y como una forma de desmarcarse aún más de su estilo tradicional, nació el muy novedoso y rico DSTNTO, que en su primera versión ya resultó todo un éxito. Se trata de un tinto frutal, liviano y fresco, muy grato de tomar, elaborado con el método de maceración carbónica que aporta estas características. Fermentado en barricas viejas y embotellado sin guarda, el de 2014 fue hecho con malbec y petit verdot de Colchagua y carignan de Sauzal (Cauquenes). A la versión 2015 le sumaron algo de syrah y carmenère, con un cambio de color en la etiqueta.
Viñedos de Caliterra en Colchagua
Tengo la impresión de que estas son recién las primeras transformaciones profundas que la bodega está implementando después de un largo período de quietud. Rodrigo Zamorano es enfático en decir que las casi dos décadas pasadas permiten hoy conocer las fortalezas y debilidades del campo. Por eso el equipo enológico está evitando forzarles la mano a variedades que no están en el lugar correcto y que, por lo mismo, nunca entregarán su máximo potencial. De ahí que las plantaciones las han ido encaramando por las laderas de los cerros y que añosas parras de cabernet sauvignon hayan sido injertadas con variedades mediterráneas, que, en ese tipo de suelo y clima, producen resultados notables.
Especialmente atractivo resulta probar estas novedades –incluso como muestras de barrica– en sus propios lugares de origen. Si una ladera de suelo granítico entrega un rico syrah, la pendiente con la que se enfrenta, de suelo arcilloso y piedras ferrosas, produce un exquisito malbec. Por su parte, en los suelos planos y profundos el carmenère prospera de manera notable.
Aunque tal vez la comercialización de estos vinos pueda ser más compleja, sería interesante verlos como solistas más que como integrantes de buenos ensamblajes. Como intérpretes que expresen su origen con una identidad bien reconocible.
(Fotos de Harriet Nahrwold)
Corredores biológicos que agregan vida al viñedo de Caliterra